Espacio La Guayaba - Santa Cruz de Tenerife |
Abordar lo textil aún supone un reto porque no estoy tan familiarizada con este tipo de soportes como con el papel, es una dificultad que asumo para llegar a nuevos lugares de creación. La falta de experiencia con el uso de las técnicas sobre tela me obligó a investigar o a indagar con otras artistas y además, equivocarme, el mejor lugar desde el que progresar.
He usado tinta china, tintas históricas artesanas de cochinilla y cebolla hechas en Tenerife por Nathalie Leturcq, también tintas industriales, hilo y aguja y papel. Esta limitación de materiales, otorga al conjunto una gama de colores y acabados que me gusta porque relaciona las piezas entre sí desde otro lugar distinto a la temática.
Y es que Mudanza es un todo, es el comienzo tras dejar atrás lo que ya no me interesa o no me hace bien, quiero construir nuevas piezas y encontrarme con personas junto a las que seguir transformando el proyecto creativo y desarrollar otras sensibilidades.
Retal para la memoria |
Retal para la memoria está hecha sobre un trozo de tela que está en mi familia desde el año 1961. Mi madre, entonces en la veintena, ya tenía a mis dos hermanos y le regaló a mi abuela una máquina de coser. En uno de los cajones había pedazos de tejidos que se fueron llenando de hilos, nudos y manchas. Más tarde, en los años 70, mi abuela me enseñó (creo que con 6 u 8 años) a enhebrar una aguja y dar las primeras puntadas junto a la misma máquina de coser. Ya en los noventa, con 15 años, quise hacer unos peluches, pregunté a mamá cómo usar la máquina y los acabé en una tarde. Aquel impulso hizo que la madre de mi madre decidiera regalarme la Alfa con su pie de hierro y así terminó ocupando un espacio en mi propia casa, con la cajista de herramientas, la aceitera y los retales (ya amarillentos) recorridos por puntadas aleatorias.
En 2017 hice una de las mudanzas más difíciles de mi vida y dejé atrás la preciosa máquina pero guardé uno de los retales con la idea de usarlo.
Pasé años observando y leyendo a artistas que bordan, utilizan textiles y realizan arte comunitario, mujeres entre Latinoamérica y España, pero también de otras partes del mundo y muy especialmente en Canarias. Tejedoras, bordadoras, artesanas o artistas, han sido inspiración para retomar el textil el bordado como práctica artística.
Retal para la memoria es este trocito de tela familiar, teñido con vino e intervenido con tintas e hilo. Está arrugado por las tensiones de costuras errantes y arbitrarias, deshilachado porque no necesita tener fronteras precisas. Cuelga dentro del marco y se asienta suavemente sobre el papel del fondo.
Desde entonces me gusta buscar retales, telas que hayan sido vividas, como sábanas, servilletas, cortinas o ropas. Con el uso y los lavados, las fibras se van suavizando, destensando, me gusta tocarlas y sentir la suavidad, las asperezas o las bolitas que se forman con el roce en algunos tejidos.
Algo precioso que sucedió durante la inauguración de Mudanza fue que esta obra la compró mi hermano, de manera que Retal para la memoria continúa en la familia.
Soy hogar |
En la misma línea de las telas rescatadas está Soy hogar, realizada sobre una servilleta con vainica y también del rastro. Me emociona imaginar que alguien pasó horas con la tela entre sus manos, quizá con la ilusión del propio ajuar o un regalo especial, quizá con la fatiga de trabajar para vivir.
Cuando llegué a esta pieza, ya tenía claro qué quería representar, lo llamo el imaginario propio y se construye desde la intuición, en los primeros bocetos y con intención, una vez los identifico y los amplío.
Edificios, casas, hogares, personas, recogimiento, peso, naturaleza, recorridos, astros y rayas. También el concepto de cargar en la espalda la vida y las emociones acumuladas.
Como ilustradora, me hacía ilusión dibujar con el hilo, no hice un esquema previo para reseguirlo con el bordado, quise dar las puntadas improvisando (excepto el texto) y me gusta el resultado. Imaginar el trazo y hacerlo con pincel o lápiz es una acción rápida, en cambio, imaginarlo y hacerlo dando puntadas es un ejercicio de presencia y lentitud que me vino muy bien y me colocó en otros tiempos de creación diferentes a los habituales.
Iniciada en la huerta junto a Mudanza, esta tela también lleva en la familia más de dos décadas. Es una de las sábanas de la casa de mi hermano, con ellas durmieron mis sobrinos y las heredé gracias a su mudanza. Ha visto crecer a mi hijo y a mi hija, sosteniendo su sueño muchas noches. Es de una suavidad cálida y tiene un tono suave de beis. Es la pieza más grande que he dibujado sin ser un mural.
Cuando hacía la primera mancha de tinta entre los árboles, viví un episodio de éxtasis que duró unos 15 minutos. La tela estaba sujeta con pinzas entre dos ciruelos y estaba atardeciendo, justo esa hora en la que los pájaros empiezan a cantar como locos para despedir el día. Como solamente tenía una brocha para manchar, cogí una ramita de ciruelo de la tierra y empecé a dibujar flores, mientras las dibujaba tomé conciencia del sonido, de la atmósfera y la luz, del olor de la tierra y las hojas, del sonido de la rama rozando la tela y sentí una alegría profunda y agradecimiento por estar viviendo eso y reconocerlo, además del placer de dibujar. Esto lo cuento porque, en la práctica artística, momentos como éste que describo, son los que hacen que una quiera seguir adelante. Volvemos a ver una espalda cargada de edificios pero también de árboles y flores. Pocas cosas me fascina tanto como salpicar tinta, es un gesto liberador. También es hipnotizante la expansión de la tinta en las fibras textiles. El siguiente bloque de trabajo está en proceso, este camino es uno de los más bonitos que he iniciado. Gracias por leer y llegar hasta aquí |