viernes, 24 de noviembre de 2017

Wolfhood



Afilar el hacha



Árboles frescos y profundos,
rosas de colores
al pie de la tierra.

Un camino verde y largo
para pasear las ganas
y cantar las penas.
Rojo en el alma,
miedo en la cesta.

Pies atrevidos
y corazón valiente.
Acecha un hocico curioso
el andar de los pasos bailarines.

Ojos amarillos...
¿de qué color es alguien que está solo?


Corazón rojo,
profundidad de bosque negra,
flores brillando bajo la luna llena y
se cruzan, al fin,
dos seres de hierba.

Uno aborda de puntillas
como si flotara...
el otro cabalga apurado,
pura energía, es su estado.

Ronda de pasos,
aliento y hambre,
coreografía salvaje
para medirse con la vida
y con los árboles.
¡Qué orejas tan grandes tienes!
Qué diminutos tus pies.

¡Qué ojos más grandes para mirarme!
Cuánta piel desnuda, no paras de temblar.

Qué nariz tan grande asoma...
¿Por qué llevas una capa roja?

¡Qué dientes más largos tienes!
Tengo hambre ¡Dame lo que tienes!

Comamos juntos, tengo pasteles,
pasteles y palabras
para entenderte.

Hay un lobo en el bosque
al que no temo.
Hay una persona en el bosque
a la que no quiero comerme.
Hagamos un corazón de hierbas y flores
para recordarnos
porque
cuando la lluvia lo borre
ya lo habremos olvidado.

¡A otro lobo
y a otras rosas!

                            Ana Martín


Hace un año y medio en el estudio


jueves, 12 de octubre de 2017

Hacerle el amor a un Fanzine, o simplemente sexo.



[Hoy quiero compartir un texto poético que escribí el año pasado, es un homenaje a las emociones que nos producen a algunas personas abordar la lectura de estas piezas tan particulares].

[sin foto, usa la imaginación]


Hacerle el amor a un Fanzine, o simplemente sexo.
Por Ana Martín - febrero 2016

El camino más corto
para el orgasmo fanzinero
se dibuja entre el pensamiento
y el papel.
No dista más que unas horas de edición.

Papeles
provocadores.
Poseen visiones parciales,
sesgadas e incómodas.
Encantadores o detestables,
reveladores o falaces
minuciosos o descuadernados,
con lomos estrechos,
sueltos o atados,
siempre listos para ser cabalgados.

Numerados
para saber cuántos eran,
numerados
para saber cuántos quedan
y quiénes son.

Los fanzines se abordan
protegiéndolos a ellos
y desprotegido uno mismo.

Se sacan de su envoltorio
con infinita curiosidad y delicadeza,
con dedos suaves
y la boca llena de asombro
para recorrerlos y engullirlos.

Quieren que reacciones,
que goces
que encuentres algo que pensar,
y también que los trates con cuidado.
No los confundas con el folleto del supermercado,
aunque puedan compartir papel
vienen de cabezas distantes.
Quieren que se lo hagas una y otra vez,
que no pares,
con otros,
con todos.

Una firma original
no les da más valor
pero sí más emoción:
alguien los tocó, los rubricó
y serás tú quien los lubrique.


No se trata de elevar un papel
a la categoría de joya
ni de querer darle más valor a una fotocopia
que a la cuidadosa edición
del más cuidadoso de los editores;
pero si hablamos de dinero y medios
para contar algo,
debería bastar con que esté escrito,
pues los orgasmos son iguales
para pobres y ricos.

Es sencillo hacerlo con cuidado
como a un amante
a quien la pasión no le cabe en la ropa
y se contiene.
Hacerles el amor,
conocerlos,
comérselos por partes,
a mordiscos o a besos.
Eligiendo.
Siempre.

En cambio hay benditas prisas en otros ejemplares,
nacen, se hacen y piensan
en una sola jornada,
son encuentros violentos
donde la idea se empotra en el papel.

Hay fanzines que dan ganas de hacerlo,
otros excitan tu mente
como los desconocidos.
A veces,
son los restos baratos de la fiesta.
A veces,
son la guinda del pastel.
Hay de todo, como en todos lados.
Depende de lo que pienses
o en quién.

En cualquier caso
huele, toca, piensa, chupa y respeta,
si no te gusta, no te metas.
Si te gusta,
bienvenido a
este mundo que llaman alternativo,
underground, prohibido.
Ahora está de moda.
Pero las modas son pasajeras,
Ve do vas, y como vieres así haz.
Los fanzines seguirán ahí.
¿Apostamos?